(A la luz de Marcos 1:3)
Salgan de los caminos interminables
de la mera repetición y sin metas ciertas.
No sigan las huellas de quienes, monótonamente,
andan sin saber hacia dónde van.
No sean la masa acrítica y mediocre
que, sin vocación de pueblo,
es arrastrada por cualquier viento oportunista.
Jamás sigan los pasos de quienes,
en su locura o en sus perversas ambiciones,
ignoran las necesidades de sus semejantes:
el llanto de quien debe migrar,
el dolor del estómago vacío,
la angustia de la mesa sin pan,
la noche larga sobre el cartón en la calle,
la frustración del sueldo flaco,
la suela agujereada de los zapatos viejos,
la mirada vacía de quien lo ha perdido todo,
la impotencia ante tantos mañanas injustos,
el presente demasiado largo de la pobreza.
Presten mucha atención a las bifurcaciones
pues no todos los caminos conducen a la vida.
Hay caminos que solo prometen muerte:
la salud sin alma,
la educación que olvida el abrazo,
la economía que excluye,
la política sin humanidad,
la teología sin amor,
las iglesias sin sensibilidad.
Busquen siempre los senderos que plenifiquen,
que incluyan, que contengan, que sanen,
que sean espaciosos para que mucha gente
pueda avanzar hacia una libertad que sea justa,
que promueva derechos y que abrace lo diverso.
En el desierto de todas las preocupaciones,
en estos días nuestros, complejos y desafiantes,
en la hora del sol calcinante,
cuando la arena quema los pies,
en medio de los escombros del mal,
hay que encontrar el rumbo
o, tal vez, abrir una huella nueva
hacia la creación restaurada
en el amor solidario del Dios del pesebre.
Gerardo Carlos C. Oberman
Imagen: ‘Prepare the Way’
Declan Tuckey, 5 años
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