Creemos en la ternura divina, que no es ajena a nuestras angustias, que se manifiesta generosamente solidaria en Jesús de Nazareth, caminante incansable de los rumbos que anuncian la Vida.
Afirmamos nuestra fe y renovamos nuestras esperanzas en tiempos de incertidumbres, de aislamiento, de enfermedad y de muerte, porque hemos oído el anuncio de quien nos ha prometido la vida perdurable, la liberación de toda tiranía de la oscuridad.
Tú eres la Vida y la resurrección, eres nuestra Fuerza en tiempos de aflicción. Tú eres la Vida y la resurrección, eres nuestra Luz, amigo y Salvador.
Nos reconocemos con sed de abrazos y con hambre de encuentros, anhelantes de las comuniones que hoy se nos hacen lejanas, pero confesamos que en Dios no tememos ni nos desanimamos y que esperaremos, paciente y confiadamente, la hora de los re-encuentros y de la mesa compartida.
Creemos en las redes que nos sostienen y en las palabras que cruzan distancias para hacerse compañía, descubrimos el valor de los aplausos y de la música y de la distante cercanía de la gente amada. Y vemos allí también, destellos de la gracia divina.
Tú eres la Vida y la resurrección, eres nuestra Fuerza en tiempos de aflicción. Tú eres la Vida y la resurrección, eres nuestra Luz, amigo y Salvador.
Creemos en días de luz que habrán de llegar, en un mañana que nos descubrirá diferentes, mejores, en la tierra liberada de tantos maltratos recibidos y en los cielos más limpios y el aire más puro y las miradas más honestas y las acciones más nobles.
Y lo afirmamos porque hemos conocido a quien nos vino a dar la Vida, a compartir las mejores noticias, a señalarnos el horizonte de la plenitud, a abrazarnos en nuestros dolores, a brindarnos consuelo en tiempos de aflicción, a concedernos nuevas oportunidades, a correr las piedras de todos los encierros, a vencer todas las opresiones y a regalarnos todas las libertades. Amén.
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