Apenas una lágrima
Gerardo Carlos C. Oberman
Quisiera escribir un saludo navideño
pero apenas me sale una lágrima.
No encuentro palabras esperanzadoras,
no logro pensar en una paz posible
porque no siento que haya
una búsqueda genuina de justicia.
Quisiera poder cantar «noche de amor»
pero las noches y los días
parecen encaminarse vertiginosamente
hacia más desencuentros y violencias
y guerras y muertes inocentes.
Los odios vienen ganando la carrera
y encuentran suelo fecundo
aun en nuestros espacios de fe
donde Jesús es apenas un muñeco
en un pesebre de cotillón.
Hoy las miradas y las empatías
parecen estar más cerca
de los brillos palaciegos de Herodes
que de la simpleza y la humildad de Belén,
aquel sitio donde Dios eligió nacer pobre,
necesitado de la ternura humana,
hambriento de un pecho materno,
pendiente de la solidaridad
de quienes aun saben conjugar
el verbo amar en los tiempos de Dios.
Duele el genocidio al pueblo palestino,
duelen los conflictos que esconden intereses,
duelen las muertes que los poderes perversos deciden,
duelen las políticas de ajuste salvaje, sin alma,
duelen las niñas y los niños que duermen en la calle,
duelen las mesas vacías y también las sillas vacías,
duele la tierra abusada sin piedad,
y duelen, cómo duelen,
la ingenuidad, la apatía,
la complicidad, la negación
y los silencios de tantos y tantas,
también en nuestras iglesias.
Quisiera escribir un saludo navideño
pero apenas me sale una lágrima.
Gerardo Carlos C. Oberman
Imagen: Crying for Gaza, de Popa Matumula, Tanzania
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