Dios del pan que alcanza y de la mesa siempre abierta,
Dios de la abundancia y de la generosidad,
Dios de las manos solidarias y del corazón tierno,
te damos gracias por reunirnos en torno a esta mesa,
por dejarnos estar cerca,
por hacernos parte de tu familia grande y diversa,
por recordarnos que el pan debe ser grande
y que debe alcanzar para alimentar a todos.
Gracias porque nos invitas a ser parte de una comunidad de amor,
en la que el sacramento se hace pleno cuando se transforma en servicio,
cuando nos impulsa a la vida, a los encuentros, a los abrazos,
a la búsqueda de justicia y de sociedades más equitativas.
Que esta mañana, comer del mismo pan y tomar de la misma copa
nos recuerde el milagro de tu vida hecha alimento y bebida
para bendición de la humanidad toda.
Gerardo Oberman
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