El cielo y la tierra son tuyos – Letanía
Eterna fuente creadora, nos conmueven las historias
de nuestras hermanas y nuestros hermanos que,
en diversos lugares de nuestra tierra,
sufren los embates del viento, la furia de las aguas,
los golpes de los suelos, la violencia de la naturaleza.
El cielo y la tierra son tuyos;
tú formaste el mundo y todo lo que hay en él. (Salmo 89:11 DHH)
Alfarera amorosa, artesana de todo lo bueno,
en medio de todas las tormentas y de todos los temblores,
nos acercamos a ti, confiando en tu cercanía,
sabiendo de tu presencia fiel
junto a quienes lloran y claman,
a quienes se lamentan y gritan,
a quienes buscan y esperan.
Aunque la tierra se estremezca,
y los montes se hundan en el fondo del mar;
aunque sus aguas bramen y se agiten,
y los montes tiemblen ante su furia…
no tendremos ningún temor. (Salmo 46:2-3 DHH)
Abrazo cálido, ternura de madre,
cárganos en tus brazos, acércanos a tu pecho,
arrúllanos mientras duren los ruidos
y anímanos cuando el silencio nos envuelva.
No te alejes, no nos abandones.
Podrá temblar la tierra
con todos sus habitantes,
pero yo mantendré firmes sus bases. (Isaías 75:3 TLA)
Solidaridad perfecta, gracia infinita,
renuévanos la fe y las fuerzas,
pues hay que seguir, hay que reconstruir,
hay que volver a vivir, a cantar, a sonreír.
Danos de tu música, danza con tu pueblo
mientras nos rehacemos, una vez más.
Tú eres un refugio en la tormenta,
una sombra que protege del calor. (Isaías 25:4b)
Tu amor calmó la furia de la tormenta,
y aplacó las olas del mar. (Salmo 107:29 TLA)
Palabra que vivifica, voz que calma y anima,
ayúdanos a encontrarnos en el camino
que nos lleve hacia nuevas esperanzas,
hacia horizontes amplios en los que la plenitud de la vida
sea una realidad para tu creación sufriente.
Adoremos al que hizo el cielo y la tierra,
el mar y los manantiales. (Apocalipsis 14:7 DHH)
Gerardo Oberman
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