Las locuras de Dios
Gerardo Oberman (Argentina)
Sobre Marcos 3:20.36
Loco, te decían.
Por sanar, abrazar, perdonar,
anunciar, compartir, desafiar.
Loco, por llamar a pescadores
y hacerle espacio a los despreciado por el sistema.
Loco, por romper con los buenos modales,
por desenmascarar la hipocresía de los meros cumplimientos,
por hacer evidente una religión sin corazón,
por desnudar la falsedad de los cumplidores
de rituales sin piedad, de tradiciones sin compromiso.
Loco, por andar libre los caminos del amor,
por ser fiel a la pesada herencia de los profetas,
por no callarte ante lo injusto,
por detenerte ante el dolor del otro, de la otra,
por alimentar a quienes tenían hambre,
por renovar los sueños de los desesperanzados,
por señalar hacia un horizonte de plenitud
y por predicar que el proyecto de Dios no era inalcanzable.
De loco, de endemoniado, de poseído, te acusaban,
hasta quienes se decían tu familia
y te buscaban para esconderte, avergonzados
de tener un profeta excéntrico entre los suyos.
Pero, tu familia fue, es y siempre será
aquella que, en cada momento de la historia,
se anima a hacer la voluntad de Dios.
Tu familia son las locas y los locos que hoy,
frente a los silencios cómplices,
ante las cobardías de la mediocridad,
contra los acusadores seriales,
visten las ropas de un proyecto que incluye,
calzan las sandalias de rumbos solidarios,
alzan la voz de las ninguneadas y de los acallados,
tienden manos compasivas,
buscan paz como fruto de lo justo,
viven la cercanía de la mutua transformación,
levantan sus pañuelos esperanzados, multicolores,
saludando el otro mundo posible.
Bendita locura la de Dios,
que amó tanto al mundo que se hizo carne en Jesús.
Bendita locura, que nos sigue impulsando con su Espíritu
por las locas sendas locas del evangelio de la vida plena.
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