ORACIÓN DE INVOCACIÓN
Dios de la vida, te damos gracias porque nos has dado las fuerzas para estar juntas y juntos en estos momentos, para invocarte, para presentarte todo aquello que nos conmueve, para escuchar la buena noticia que tienes para nosotras y nosotros en estos tiempos de luchas, pero también de esperanzas.
Ven tú mismo a nosotros y nosotras ¡Despiértanos! ¡Danos tu luz!
¡Se tu nuestro consolador! Habla tú mismo con cada uno de nosotras y nosotros, de tal manera que oigamos de ti lo que necesitamos y lo que nos ayuda para encarar la vida y nuestro compromiso con nuestras familias, comunidades de fe y con la gente de nuestros pueblos ahora que sufrimos las consecuencias de lo que hemos hecho con tu creación. Por eso invocamos tu presencia para que nos ayudes a resistir las fuerzas de la muerte y nos indiques lo que debemos hacer, lo que nos corresponde a fin de que tu Reino de vida resplandezca en medio de las tinieblas de dolor, de la peste destructora, las injusticias, el desamor humano y la destrucción de tu creación entera.
Hoy levantamos nuestros ojos y nuestra voz, ante ti, Dios de nuestras vidas, a ti elevamos nuestros corazones y nuestras manos en este día. A ti nos encomendamos. Así como los ojos de la niña y el niño están pendientes del padre y de la madre, así están nuestros ojos puestos en ti, Señor, esperando tu amor, tu aliento de vida, seguros y seguras de que tu Palabra nunca vuelve vacía. Queremos abrir nuestros ojos a la luz de tu evangelio. Queremos mirar la vida de frente y con sentido.
Hoy, Señor, al invocarte en este día te ofrecemos todo lo que somos y lo que tenemos. Te ofrecemos las pequeñas cosas que solemos hacer cada día. Gracias, Dios, porque todo, aún lo más cotidiano, es una oportunidad que nos das para vivir intensamente, poniendo amor en todo lo que hacemos, para bendición de las y los pequeños de la tierra. Deseamos sentir la cercanía de tu presencia y la satisfacción de saber que en este día habremos de recibir de ti la
porción de tu gracia para sostenernos con la fe y la confianza en estos momentos de dolor e incertidumbre mundial. Cuando nuestros ideales están en cuestión, necesitamos que tu tomes el hilo de nuestra devoción, transformando el azar en destino. Tu no nos dijiste: Soy la respuesta”, sino “Soy el camino”. No nos pediste el éxito, sino ser fieles, No nos prometiste paraísos escondidos, sino que estarías con nosotros y nosotras hasta el último día, transformando el azar en destino de vida plena. Por eso te invocamos hoy en el nombre de tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Javier Ulloa Castellanos
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